El Mercado y fin de la historia.
Decidí dar una vuelta por el centro comercial para despistar al pescadero y abandoné el trozo de pez en una cámara frigorífica repleta de más trozos de pez congelados. Cuando salí de aquel sitio todavía me temblaban un poco las piernas ¡23 euros! Demasiado para mi humilde estómago. Con toda mi indignación me encaminé hacía el mercado, ese cuyas escaleras no son mecánicas y no se tortura al personal mediante voces de megafonía. Cuando llegué me di cuenta de que la mayor parte de los puestos estaban cerrados y no parecía que fueran a abrir nunca más. Estuve buscando hasta que encontré por fin una pescadería. Tenía un cartel en la cabecera que decía “Sr. Pez Espada e Hijo. Delicias del Mar” y cual fue mí asombro cuando vi que el kilo de merluza salía por 23 euros. Hablé con el pescadero y le pedí una rodaja de unos dos dedos de grosor, a ser posible de un trozo que tenía sobre el mostrador. Agarró su cuchillo y dando un toque maestro sobre la pieza elegida sacó la rodaja y mostrándomela esperó a que yo diera mi consentimiento, que por supuesto no tardo mucho en llegar. La pesó he hizo un paquetito.
-¿Algo más caballero?
-No muchas gracias, ¿qué le debo?
-Son 6.15 euros.
Salí del mercado y volví a casa con mí rodaja de merluza de 6.15 euros en una bolsa. Orgulloso de mí compra, decidí cocinar aquella pieza cuanto antes y lo mejor posible dentro de las posibilidades que me permitía mí enfermedad, es decir, hervida, con cebolla y un poco de limón, a pesar de esto me comí aquella rodaja de merluza como si yo mismo la hubiera pescado con mis manos.
2 Comments:
Comparando se ahorra.
Ahhhh! Yo pensaba que la habías abandonado tras unos bricks de leche, para que solamente el olor pudiera delatarla...
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